viernes, 27 de enero de 2017

Música y dibujos animados.

En el intro, de manera incidental o en los créditos finales, los dibujos animados han sido caracterizados a lo largo de su existencia por música específica que logra anclar a los niños al televisor aun sin tener los ojos puestos sobre dicho aparato. Son piezas que al oírlas asociamos simultáneamente con nuestras series favoritas, sus personajes, argumentos e historias.
Si usted tiene más de 40 años seguramente podrá identificar la mayoría de las que se presentan en esta entrada; si no, lo invito a que las conozca.
En la lista podrán faltar temas y sobrar otros, pero he reunido lo que mi experiencia me pudo aconsejar. Se aceptan sugerencias. 
Como es un conteo regresivo (según yo nos acercaremos a lo mejor conforme avancemos hacia el número uno), lo encabeza la música de las series lacrimosas, esas caricaturas que hacían llorar a mis hermanas y de las cuales ahora me vengo dejándoles el deshonor de los últimos lugares.
En el conteo les recordará, por ejemplo, que tal vez nunca sabremos qué tipo de sangre requerirían estos aldeanos en caso de una transfusión, ni el porqué de la soledad de Pitufina entre todos esos machines. Cómo fue que Cantinflas trasladó el corte didáctico de sus últimas películas hacia los ámbitos del público infantil en una serie que hacía soñar mientras enseñaba. Discerniremos si realmente el loquillo era Walter Lantz, probablemente la serie que lo lo lanzó a la fama fue también la manera de continuar con sus inquietudes primitivas, pero echando mano de personajes con ropa. Bueno, con plumas. 
Recordarán que Misterio a la Orden se caracterizaba por desarrollar sus historias bajo el mismo esquema, siempre. No sé por qué la veíamos si antes del primer cuarto de cada episodio ya sabíamos que el fantasma no era tal cosa, sino jardinero, tramoyista o rico rencoroso. O les volverá a sorprender la psicodélica creación de Fritz Freleng, propia de una época de experimentación y riesgos en el arte: Ahí viene... ¡Cascarrabias!
En fin, he incluido temas clásicos y una actual en un recuento que probablemente ya exista, pero que no quería dejar de hacer por mi cuenta.
Adelante y que el todopoderoso de las caricaturas me ampare.


20. Remi.

19. Heidi.





18. Los Pitufos.






17. Cantinflas Show.




16. La Hormiga Atómica.


15. Don gato y su Pandilla.


14. El Pájaro Loco.




13. Misterio a la Orden (Scooby Doo).




12. Ahí viene... ¡Cascarrabias!





11. El Show de Porky.




10. El Coyote y el Correcaminos.





9. Popeye el Marino.


  

8. Los Picapiedra.





7. El Show de Speedy González.



6. Los Simpson.



5. Pinky y Cerebro.



4. El Rey Leonardo.





3.Tom y Jerry.










2. La Pantera Rosa.










1. El Inspector.












sábado, 5 de diciembre de 2015

Botellita de jerez, todo lo que digas será al revés. Parte 2.


Llegó el momento de atar cabos; desde la internacional herencia jipiteca, hasta las dignas aportaciones regionalistas y comprometidas de los rupestres, pasando por la inercia de la movida española y su símil para Latinoamérica: Soda Stereo. No hicimos el recorrido desde las influencias que tenían de The Who, The Cure, The Police, etc., porque esto sería interminable y nadie quiere eso.

ÁBRANLA, HE AQUÍ EL BARRIO: LA MALDITA.
Hacia 1985 surge en la Ciudad de México una de las bandas precursoras de la fusión de diferentes ritmos con el rock: Maldita vecindad y los Hijos del Quinto Patio; el solo nombre ilustra su origen, social y musical. De atuendo pachuco y con la incorporación de ska, reggae, punk, bolero y danzón, los malditos lanzan un par de discos que serían memorables para nuestro rock: Maldita vecindad y los Hijos del Quinto Patio y El Circo.



El primero muy fresco, de piezas compuestas desde la postura de sectores sociales marginados: el barrio pobre y estigmatizado; el travestido, ahuyentado por la intolerancia; la mujer, culturalmente desprotegida; el mojado, expulsado por la falta de oportunidades y convertido, en muchos casos, sólo en una triste noticia para los de su tierra; el desempleado y solitario bailarín; el empleado de supermercado, de eventuales venganzas contra el alud mercantilista de los poderosos. En fin, la ópera prima de la banda se componía de fotogramas que podíamos comprender en el contexto de una película que ya conocíamos. Ahora contada con ingenio, humor y energía revitalizadora.


El segundo, un producto rotundo, propio de las épocas en que todavía oíamos completos los discos en una sola sesión; un posmoderno barroco de zona tórrida cuyo nombre, concepto y portada pretendían abarcar el imaginario popular mexicano. Nada más, nada menos.
El disco abre con Pachuco, algo así como la brecha generacional puesta en manos de nuestros padres a través de un ejercicio de memoria para ir allanando el terreno ante cualquier juicio, en cualquier sentido; le sigue la crónica del generoso músico popular que lleva alegría por toda la ciudad a cambio de las monedas que le puedan dar; luego el faquir de la calle, empresario independiente cuyo escenario solía salirnos al paso; Kumbala es el embrujo de la noche, la música y el amor, juntos otra vez desde la época dorada del bolero, el danzón, la rumba y el melodrama. En fin, con la admiración que sentimos por el el vago del barrio y la gratuita cruda de una accidentada fiesta de gorra, el álbum nos reconstruye la ciudad, ese gran circo cultural con infinidad de pistas.
La propuesta fue tan sólida que Armando Manzanero y Carlos Monsiváis participaron en el homenaje rendido por la banda al único lugar que puede escapar a cualquier catástrofe global: Yucatán. El disco cierra con otro tributo, en esta ocasión a Juan Gabriel, o al público mexicano, que convirtió "Querida" en un éxito histórico.
Canciones como Mojado y Kumbala retrataban situaciones que nos resistíamos a ventilar o que eran tratadas regularmente con hipocresía, quizá una de las mayores aportaciones de estos neo pachucos fue voltear esas piezas del rompecabezas nacional para que pudiéramos verlas por su lado impreso. A pesar de que ahora se afirma que el grupo terminó por adocenarse, los malditos siguen vigentes y su irrupción en la música cambió la percepción no sólo de nuestro rock, sino del legado de la cultura popular mexicana.

Por otra parte, otras bandas, como Trolebús, desarrollan su discurso echando mano del rock urbano y dando cuenta también del escenario callejero de nuestras vidas. 
También en 1985, sale a escena Real de Catorce, una banda que se convertiría en el máximo exponente de blues/rock del país, con José Cruz en la voz y con poéticas letras para las canciones. El grupo no se sube al carro del "Rock en tu Idioma", pero el reconocimiento a su trabajo es definitivo.



ESQUIZO PSICODELIA  A LA MEXICANA: CAIFANES.
Con el año de 1987 llega también la banda que para muchos fue la mejor de este periodo: Caifanes.
La banda nace como una suerte de continuación de lo que fuera Las Insólitas Imágenes de Aurora (agrupación que recibiera el nombre de un cuento de Saúl Hernández y formada a raíz de un proyecto de tesis de Carlos Marcovich, hermano de Alejandro). Las influencias del Viejo Continente son claras en la atmósfera de su música y, por supuesto, en la imagen de los integrantes del grupo.
Su producción discográfica da cuenta de cuatro placas: Caifanes, Caifanes II (El Diablito), El Silencio y El Nervio del Volcán; de 1988, 1990, 1992 y 1994, respectivamente. Las letras de esta banda son, sin duda, las más complejas, profundas y psicoactivas de la oleada y hasta nuestros días su interpretación es objeto de más discrepancias que las generadas en la lectura del Tarot.
Si La Maldita se valía de discursos y géneros de mediados del siglo XX para mostrarse orgullosos de sus orígenes, Caifanes extiende sus influencias prácticamente hasta el periodo precolombino y con su música se levanta, artísticamente hablando, en pie de guerra desde tierras aztecas.


Caifanes
Es así que en la primera producción, oscura y joven, empieza el chamanismo musical de la agrupación; si la psicodelia sesentera anglosajona había sido el resultado de osados viajes al cosmos interior del ser humano, la manera mexicana existió mucho antes en diferentes puntos de la geografía nacional (hongos en el sur, peyote en el centro-occidente del país, etc.) y desde los ancestrales rituales mesoamericanos. El disco será el de menos fusión con ritmos latinos, a excepción de La Negra Tomasa (palomazo y payola que no aparecía en el plástico original) y Nunca me voy a transformar en ti, donde la banda aborda la otredad, siempre vasta y perturbadora. El material empieza con el peso de la muerte sobre la vida cuestionada en una canción que termina pareciendo algo similar a un altar de día de muertos que se proyecta al cosmos de lo desconocido. Continúa con una declaración de amor, una propuesta de fusión espiritual o una evocación sustancial, ¿quién da más? En Cuéntame tu Vida se pide alguna suerte de GPS vital y empieza a vislumbrarse la locura que se hará explícita (en el paciente y en los tratamientos) en ¿Será por eso? El lado B del LP abría con un brillante tema que también tiende al infinito espiritual y construido a base de oxímorones en el deseo de conseguir lo aparentemente inalcanzable; fallido, según yo, el relativo al tiempo. Perdí mi ojo de venado es un "lado B" que tampoco estaba en el acetato original, pero su aparición nos fue perfilando el trasfondo hechicero, mágico y poderoso de un grupo perteneciente a un pueblo trascendental. El tono lúgubre vuelve en la última parte del disco, que va del hastío a la rabia y los celos; del nihilismo a la resignación.


Caifanes II (El Diablito)
El segundo disco, también introspectivo, pero ahora ámbar, desde sus primeras notas muestra la influencia de hálitos ancestrales, un llamado a la memoria, una invitación a no olvidar a los caídos, a protestar contra el conformismo y a cuidar de lo que pase a nuestras espaldas. Luego, gira hacia un tema que, junto a la profundidad del resto, suena frívolo: el hartazgo en la devoción  y el deseo por alguien. Por otra parte la protesta por la asfixiante represión religiosa y la evasión se hacen presentes en un par de canciones hermanadas por un cansancio histórico.
La producción introduce una canción que sería paradigmática para el rock mexicano: La célula que explota, que da cuenta, con arreglos de mariachi, de la flecha temporal que significa la vida desde su creación hasta que revienta en el dolor amoroso, en el drama de las drogas y hasta en el reconocimiento de nuestras raíces más profundas.
En una canción donde el tiempo no aparece explícitamente, la banda asienta el carácter momentáneo, volátil, de la vida; esa que no da explicaciones, que obliga a voltear al cielo en busca de algo o de alguien, cuando sería mejor enloquecer o aullar. El disco cierra con otra atmósfera de la desilusión, con el oscuro vacío del imposible.


El Silencio
En esta placa se puede advertir un trabajo más bordado, de color terracota y con la cocción de la tradicional cerámica nacional; esto es, un maduro teatro de alucinantes formas mexicanas. Una obra maestra del rock de Mexicalpán de las tunas.
Abre el telón una excelente visión rockera del onirismo clásico, que pudiera guiar en el contenido del disco y es contrastada de inmediato con un tema que nos recuerda nuestra fragilidad y su carácter temporal para llevarnos levemente hacia la eternidad, aunque sea a mordidas. Tortuga es un oscuro lamento que advierte al mundo del infierno que significa la ferocidad humana, tal vez es el sentir de una generación que clamaba por solidaridad y conciencia, que arengaba a no abandonar los ideales, los recuerdos, la valentía, la paz; pues siempre habrá quien aproveche la situación para para abrazarnos (o abrasarnos) hasta morir. En contraste, en otro tema la banda nos invita a trascender en la magia del amor, por encima del tiempo, el destino y de la muerte.
Después de esa canción resulta extraño que Miércoles de Ceniza sea una visión de desencanto, el misterio más grande del ser humano racionalizado el mismo día en que recordamos que somos y seremos polvo.
La televisión ha sido un instrumento imprescindible para un régimen que la juventud vive, padece y rechaza; quizá El Comunicador es el símbolo universal de este maridaje entre poder político, económico y de medios. El tema suena poderosamente catártico y se liga en su fondo con el grito ensordecedor del silencio como protesta.
Después el disco vuelve a la memoria, que busca en cualquier medio (el éter, por ejemplo), lo necesario para hacer posible la presencia y cierra, en su versión de CD y como bonus track, con una canción de hechuras totalmente mexicanas (un gusto muy conocido en Tierra Caliente guerrerense), tan mexicanas como el día de muertos.


El Nervio del Volcán
Tal vez la producción más diáfana de la banda, aunque con incidencias de oscuridades y densidades anteriores. Persisten las letras comprometidas y la primera canción parte del ámbito de certeza y protección del centro absoluto (el útero, la nación, uno mismo); ese que proyecta lo necesario para infundir miedo al mismo cielo; ese universo interior que busca o encuentra consejo en seres alados para vivir noches más claras, que nos dan valor y mejoran nuestros rumbos.
El disco muestra en su portada un humeante Popocatépetl, muy activo por los días de lanzamiento del álbum y signo de una nueva era, vaticinada en diferentes calendarios precortesianos; esos códigos incomprensibles para conquistadores dispuestos a arrasar con todo en nombre de la civilización y en favor del servicio espiritual de los "aborígenes infieles". La banda intenta escribir una historia que aun en nuestros días no se conoce o no se quiere entender, la visión de una cultura cuya resistencia es el nervio que impulsará nuevas erupciones volcánicas.
Amor y muerte son temas recurrentes en las composiciones de Caifanes, tal vez Hasta que dejes de respirar es la pieza que los une, que los mezcla en una suerte de ritual donde cuchillo y carne dialogan al filo del culmen; resulta perturbadora y voluptuosa la atmósfera de un discurso musical que parece resonar, no desde los altavoces, sino desde la memoria ancestral. Simplemente estremecedora.
El ánimo de protesta y resistencia vuelve a aparecer en este disco y se extiende luego hacia el diseño de un animal cuya determinación no le permita voltear atrás; se trata de la reconstrucción del que escucha, ahora con la fuerza de un guerrero y escrita en segunda persona, como para sacudirnos la abulia y el conformismo.
En Quisiera ser alcohol se puede advertir aquellas atmósferas sórdidas de los cabarets cuarenteros del cine nacional; se trata de una plegaria-propuesta con un toque de jazz para embriagar de uno mismo al ser amado, a ese imposible aficionado a las bebidas espirituosas.
A pesar de haber tocado fondo en otras épocas, en esta producción Saúl se declara invencible en un tema que parece una respuesta a Piedra; sin embargo, al igual que en el disco anterior, la banda cierra este con un tema totalmente mexicano y asociado al tradicional mundo de lo sobrenatural.
Para muchos las letras de Caifanes son abstracciones superfluas, bodrios producto del ocio y las distorsiones de las drogas; su música, una mezcolanza intrascendente. Sin embargo, para quienes vivimos las condiciones que los movieron a levantar la voz, siempre será un grupo valiente que influyó no sólo en el rock, sino en una serie de manifestaciones culturales que no eran bien vistas tan sólo por tener su origen en nuestro país. Así de orgullosos estábamos de nosotros mismos, así de ciegos.


Entre 1985 y 1987 nacen (o renacen) otras bandas que entran al concierto regional del rock: El (simplemente) Tri, en una nueva etapa; Amantesde Lola, con éxitos al nivel de los más reconocidos; Fobia, que con Leche tal vez tocaron a su punto más alto; Pedro y las Tortugas; Kerigma y otras tantas que me ayudarán a recordar.
  
¿FICCIÓN?
Después del rotundo éxito de The Police, que mezclaba rock, reggae, jazz, punk, etc., surgieron agrupaciones que pretendían hacerse de su estilo, como Men at Work en Australia o The Outfield, de origen inglés y de éxito norteamericano; pero también nuestro país tuvo se aportación.
Imagine un grupo de entusiastas rockeros tapatíos, todavía adolescentes, aventurándose a hacer carrera a mediados de los años setenta en un medio hostil para el género musical. La consolidación de su primer proyecto, que cambió el inglés por el castellano en sus composiciones, se denominó Sombrero Verde, entonces ya era 1981 y tuvieron la virtud de ser uno de los primeros en proponer letras en nuestra lengua antes de la oleada posterior que todos conocemos. La banda nunca se sintió satisfecha con los resultados obtenidos en un par de discos y en 1987 se convierten en Maná.
Ya con este nombre, lanzan un primer disco que, nuevamente, no alcanza la satisfacción de los integrantes, quizá todavía adolescentes (musicalmente hablando). Cambian de sello discográfico y su segunda producción los catapulta al éxito con el tema Rayando el Sol. Los discos que siguieron corrieron suerte semejante, pero el público ya exigía una evolución en el trabajo de la agrupación; sobre todo en la letra sus canciones, todavía adolescentes.
Esta banda es la que recibe en mayor medida el encono de la gente, a tal grado que alguna vez circularon rumores de su desintegración y al mismo tiempo ocurrieron ciertas explosiones que parecían ser algún atentado en Guadalajara, y hubo quien esperaba que en ambos casos se tratara del mismo suceso. Sus posicionamientos en temas controvertidos ("ni a favor, ni en contra"), su activismo inaudible o cliché, su relación con Televisa, la liviandad en su discurso y otras tantas cosas más provocaron esta animadversión generalizada.
Todo parece indicar que Maná seguirá tocando por más tiempo, con un baterista excepcional, música cadenciosa, proyección internacional e integrantes que ya no se cuecen al primer hervor, pero que son todavía adolescentes.

¿FRICCIÓN?
Hacia 1989 aparece El Juguete Rabioso, una banda multinacional (argentino, chileno y español), que no compartía la idea del mestizaje en el rock y a cambio se mantuvieron con la “ortodoxia británico-argentina”; sic y re contra sic (como dijera Javier Solórzano). Aclaración ociosa si se considera que su música fue objeto de reconocimiento precisamente porque en el ambiente de la época no sonaban a nada latino (a excepción de Mercenario, claro), y además porque su proyección fue gracias a que iban trepados en la ola del “rock en tu idioma” y con la inercia de los proyectos más sonados del país (de México, pues). En fin, de pena sus declaraciones en perspectiva ante la calidad musical de la agrupación.

Hasta aquí este recuento, en una siguiente entrega comentaremos el surgimiento de otros monstruos, otros parásitos y la cohabitación de bandas latinoamericanas en el marco de cuestionamientos históricos, geográficos y étnicos. Mientras tanto, oriéntenme si algo está mal.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Botellita de jerez, todo lo que digas será al revés. Parte 1.




Se dice que las nuevas generaciones serán difíciles de gobernar. Así lo espero.
Alain (1868-1951)
Filósofo y ensayista francés. 

Dicho, conjuro y postura para una vida relajada. La popular sentencia pudo haber sido la plataforma de lanzamiento de un aparato que, gracias a una mezcalera propulsión a chorro, alcanzaría alturas insospechadas: el rock nacional de finales del siglo XX.
Vamos a estrenar este espacio echando un vistazo al trabajo de algunos músicos acusados de imitar burdamente a los Xochimilcas; de permitirse tocar cumbias evitando el rubor bajo el disimulo de greñas largas, ropa raída y posturas dizque punk; o de intentar tropicalizar el sagrado legado de la new wave a ritmo de bongó, acordeón y bajo sexto. Músicos herederos de una rica tradición que empezaron a lanzar propuestas durante la segunda mitad de la década de los ochenta y que encontraron sus principales fuentes de inspiración en el orgullo nacional, la fortaleza de la región (en un mundo en plena globalización) y el reconocimiento a la tradición popular, bajo los esquemas musicales más importantes que entonces despuntaban internacionalmente.
 Los antecedentes hay que buscarlos, geográficamente, al sur del Continente Americano, en Europa y al interior de nuestro universo rockero. Históricamente hay que hurgar en momentos posteriores a grandes periodos de represión y tentaciones totalitarias.
Porque si hay un sector que vive fuertemente los fenómenos sociales sin más interés que el de proyectar un futuro mejor que el presente complicado, es la juventud; que no sólo es una etapa de la vida, es una gran familia, nación independiente, padecimiento y fulgor ineludibles, presencia enemiga del reloj, inconsciencia amiga del presente.
Para dejar de ser joven es indispensable perder la memoria y señalar como única válida la propia juventud, reservar para cualquier otra mocedad la ignorancia, la intransigencia, la esterilidad y el absurdo. Nada más desatinado, sectario y alejado de estas líneas. 
La juventud encuentra su principal virtud en lo que tal vez sea también su principal defecto: desconoce o soslaya la malicia, actúa desde la postura de quien no tiene que perder; acaso la vida. Nada menos.
La juventud piensa libremente, no la atan los compromisos institucionalizados: créditos financieros, manutención de familia, ascenso laboral, pretensiones de puestos políticos, etc.
Los jóvenes observan pertrechados silenciosamente desde los adultos nichos residuales en los que son confinados por omisión o decreto. Juntos y sin convenirlo, viejos y jóvenes recrean en esta relación desdeñosa un paraíso del que se es expulsado, coincidentemente, cuando se rompe el silencio. La serpiente no siempre significa el mal, la manzana tiene formas insospechadas y la resignación a llevar de por vida la mítica hoja de parra suele tener forma de traje sastre.
Hagamos entonces un repaso previo al uso de corbata y, como ya se señaló, posterior a periodos caracterizados por el autoritarismo. Pero recuerde que hablamos de música popular, lo que se oía en radio, lo que ya tenía algún espacio en televisión. Recuerde, por último, que se trata de un recuento y que puede faltar o sobrar alguien.


I. ESPAÑA: ABRIENDO LAS PERSIANAS.


La Movida madrileña fue un fenómeno artístico-sociológico post franquista, fraguado en las calles
de manera espontánea y promovida a través de distintos medios, desde los más rudimentarios e independientes, hasta los más sofisticados de entonces como la radio, la televisión y las disqueras. 
A los acontecimientos que le dieron origen les precedieron asesinatos de estudiantes y persecutorias posturas ultra conservadoras enderezadas contra los jóvenes, y sin embargo el movimiento no necesariamente fue una reacción directa a ese clima. 
A pesar de que se tiene cuenta de antecedentes concretos (como la actividad artística en galerías vanguardistas, fanzines distribuidos de mano en mano, grupos de rock, cómic, cine underground, etc.), se tiene plenamente identificado el inicio del movimiento: 9 de febrero de 1980, con el concierto dedicado a Canito (1959-1980), quien fuera integrante del grupo Tos (luego Los Secretos), y muerto en trágico accidente automovilístico en las primeras horas de ese mismo año; el joven músico acababa de descender de su auto cuando fue impactado de manera violenta por otro que era conducido (irónicamente) por un militar.
Los participantes de ese concierto lo recuerdan como un evento organizado con muy pocos recursos: equipos prestados, instrumentos indispensables, luz deficiente (la de la televisora que lo grabó) y un recinto que privilegió a las primeras filas, mismas que disfrutaban el espectáculo de pie. Los grupos no sonaban muy bien y la mayoría eran desconocidos, pero quedó de manifiesto su potencial artístico y la avidez del público por esa música.
Al movimiento contracultural lo impulsó de manera definitiva el Concierto de la Primavera en la Escuela Superior Técnica de Arquitectura de Madrid, para extenderse luego a las provincias y renovar el rostro español con frescas propuestas en cine, historieta, literatura y por supuesto, música.
Poco tiempo después en México conocimos grupos como Nacha Pop, Alaska y Los Pegamoides, Radio Futura y Orquesta Mondragón, que fueran parte de las primeras oleadas del movimiento. Luego a otros como TorerosMuertos, Duncan Dhu, La Unión, Mecano, Olé Olé, Danza Invisible y El Último de la Fila. Y a cantantes como Miguel Ríos y Joaquín Sabina. El boom español influyó de manera definitiva en lo que sucedería en nuestro país hacia el final de la década ochentera.


II. ARGENTINA: EL HUNDIMIENTO DE LA REPRESIÓN.


El caso argentino es especialmente relevante porque cierra importantes círculos. En plena dictadura militar había solistas y grupos que, en primer término, cantaban en español porque había sido prohibido hacerlo en inglés, y en segundo término, porque ya habían sido influidos por rockeros mexicanos de los sesenta, quienes entonces ya interpretaban covers y letras originales en castellano. Luego sería la banda Tequila, agrupación argentina que saliera de su país huyendo de la dictadura y terminaría por llevar la ejecución del género en español a la Península Ibérica.
En tanto, artistas como Charly García, RaúlPorchetto y Fito Páez se consolidaron como auténticos pilares del rock argentino a lo largo de la década de los setenta, influyendo en otros músicos que evolucionaron gracias a la inesperada apertura que les traería la conclusión de un conflicto internacional.
Con el hundimiento del buque general Belgrano, en la Guerra de Malvinas en 1982, se hunde también esa apuesta de la dictadura contra los ingleses. Argentina se abre a la democracia en 1983, los jóvenes son impactados fuertemente y se manifiestan de forma especial con el otrora controlado, "subversivo y decadente" rock. Es así como Soda Stereo se convierte en un impulsor de influencia mundial para el rock hispanoamericano.
Además del grupo de Gustavo Ceratti, GIT, Virus, Zaz (de Miguel Mateos) y Enanitos Verdes sonaron en la radio mexicana refrescando medios que alternaban sesiones de Lupe D’alessio y duetos del Buky con quien se le pusiera de modo (bueno, creo que sólo Marisela se dejó). La internacional New Wave parecía sonar, por fin, en la lengua de Cervantes.


III. EN MÉXICO NO CANTAMOS MAL LAS RANCHERAS
Cierto es que en nuestro país no hubo dictadura militar durante las décadas de los sesenta y posteriores (ya se encargaría Vargas Llosa de señalar dolorosamente nuestras pústulas con su dedo leproso); pero sí fue un periodo de gran represión y paranoia. Los jóvenes fueron criminalizados luego de no perder ocasión para mostrar su apoyo a la Revolución Cubana, solicitar la liberación de presos políticos, la desaparición de grupos represivos y la autonomía de las universidades, entre otras demandas. Los estudiantes fueron acusados de fraguar una conspiración internacional comunista, de vandalismo y hasta de asesinar a sus propios compañeros. Todos conocemos los resultados, que fueron igualmente sangrientos en diferentes episodios: Tlatelolco, 1968; la Matanza del Jueves de Corpus, 1971; y todo lo que se derivaría de la Guerra Sucia.



Mientras tanto una de las expresiones a través de la cual se canalizaba la energía de la mal lograda primavera mexicana, era el rock. Los círculos universitarios eran propicios para conocer exponentes como los Dug Dug’s, Javier Bátiz, Guillermo Briseño, Three Souls in my Mind o LaRevolución de Emiliano Zapata.



DE LOS JIPITECAS A LOS HOYOS FUNKIES.
A la sazón, los días 11 y 12 de septiembre de 1971, el movimiento contracultural La Onda llega a su culmen en el Festival Rock y Ruedas de Avándaro, que celebrara la vida, la paz, el amor, la ecología y las artes; esto es, música, sexo y drogas en un fin de semana al aire libre atiborrado de jipitecas. Este concierto, que es reconocido como el máximo en la historia del rock mexicano, fue producido (entre otros) por un par de personajes bien conocidos por los actuales pamboleros y telenoveleros: Justino Compeán Palacios, entonces ejecutivo de Coca Cola y promotor deportivo, y Luis de Llano Macedo, de Telesistema Mexicano, hoy Televisa.


El evento tuvo repercusiones que trascendieron lo musical, trastocando carreras políticas y dividiendo comunidades que se creían monolíticas. Es entonces que Echeverría decide destruir el movimiento La Onda; las reuniones masivas quedaron vetadas, ciertas canciones fueron prohibidas en la radio, locutores de algunas estaciones fueron despedidos, la revista Piedra Rodante fue clausurada y Justino Compeán prácticamente quedó desterrado. Al episodio se le conoció luego como el Avandarazo y con su efecto, el rock mexicano fue proscrito paulatinamente.

A continuación se crearon los conciertos sobre ruedas, que consistían en presentaciones sobre grandes remolques. Después se popularizaron los Hoyos Funkies, sedes clandestinas de conciertos organizados con muchas limitaciones y apoyados por los sectores más pobres de la población.
Este hoyo negro fue el destino de un rock cada vez más marginal a lo largo de la década de los setenta, perseguido por la represión y la intolerancia.
Con algunos exponentes destacados como Toncho Pilatos, el “under” del rock mexicano encontraba un buen camino para salir adelante: las presentaciones en vivo prácticamente como única publicidad.
Este es el curso que sigue el género en el país, con tendencias stonianias o bluseras, hasta que en 1979 aparece en escena ChacMool, primera agrupación mexicana de rock progresivo, misma que introdujo mandolina, violonchelo, timbales, sintetizadores, flauta e instrumentos prehispánicos en sus composiciones. Iniciaban la década de los ochenta y los atisbos más serios al ombligo y la fusión.


UNA GUITARRA Y UNA ARMÓNICA.
A finales de 1983 surge el Movimiento Rupestre con participantes como Rodrigo González, Jaime López, Guillermo Briseño, NinaGalindo, Alejandro Lora, Cecilia Toussaint, por citar sólo algunos. El colectivo sostenía que, a falta de dinero para grandes instrumentaciones electrónicas, sus propuestas serían acompañadas únicamente de guitarra y teclado o armónica. La riqueza de sus temas radicaría en las letras, más profundas, complejas y ricas que el promedio de la música popular de entonces.


Los rupestres se retratan en su manifiesto no muy guapos, sin voz de tenor, sin la sabiduría estética de las grandes cimas para componer, sin la sofisticación de equipos electrónicos apantallantes; a cambio y sin hacerla mucho de tos, se reconocen sencillos, con mucho para proponer, poetas y locochones, rockanroleros y trovadores, simples y elaborados, fantásticos, vengadores de lo cotidiano, carpinteros venusinos para tocar y borregos en pleno examen de conservatorio para cantar.


Entre los rupestres destacaron de manera importante los tamaulipecos Jaime López y Rodrigo González. Este último, autor del manifiesto, se caracterizó por sus creaciones inteligentes, críticas y complejas (como lo reseñara José Agustín), mismas que quedaron grabadas en diferentes sesiones informales. Solo logró producir un cassete antes de cerrar tratos con WEA a través de José Xavier Návar para grabar un disco; el proyecto nunca se llevó a cabo, el profeta del nopal moriría en el terremoto de aquel 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México. Sin embargo su obra quedará como uno de los legados más importantes no sólo para el rock urbano de nuestro país, sino para su música popular.


Gracias a su espíritu osado, a su ironía mordaz y a su carácter versátil, Jaime López creó canciones de corte ranchero, tropical y bolero. En 1985 participa en el OTI con el “Blue Demon Blues”, asegurándose el último lugar del festival por las abiertas menciones que hizo de Cantinflas y Lucha Villa en su canción. En otra ocasión exhibe en toda su dimensión a RaúlVelasco al presentarse en “Siempre en Domingo” (programa de variedades musicales donde la única variedad era el parentesco de los que ahí se presentaban con los altos ejecutivos de la empresa o con las vacas sagradas del espectáculo y la frivolidad televisiva en México), donde el presentador guanajuatense lo reservaba para la “hora chusca” de la tarde.


Existe un episodio en la carrera de Jaime López que tal vez signifique la incursión de las expresiones inteligentes y desinhibidas en los medios masivos de comunicación: cuando cierra tratos con una disquera, logra un importante contrato y sus seguidores consideran que se ha vendido. A cambio, López logra una mayor penetración de su trabajo y visión artística. La estrategia se encaminaba a terminar con la satanización de estos medios para usarlos en favor de una difusión más amplia de artistas alternativos.
Paralelamente se desarrollaba el trabajo de bandas como Dangerous Rhythm, creada en 1978 y considerada como la primera banda punk mexicana; sin embargo sus interpretaciones aún eran en inglés. A la postre se conviertieron en Ritmo Peligroso, con letras en español y ritmos de fusión.
Las experiencias de Jaime López y Rockdrigo González (herederas de la crónica de Chava Flores), le daban rostro a una expresión que no podía ser sino mexicana, con absoluto respeto por lo que había en el espejo y en franco desafío al esnobismo trivial de la prefabricación.
Quedaba así perfilado el rockero mexicano que no huía a las condiciones impuestas por nuestra ubicación en el planeta y en la historia.

NACO ES CHIDO.
Volviendo un poco, justo hacia el año de 1983 aparece Botellita de Jerez, una banda irreverente y festiva que combinaba con soltura ritmos tan dispares como el son, el blues y la cumbia. Con un rock sencillo y directo, los botellos relataban nuestros vicios, los absurdos, las locuras, los abusos, las alegrías, las penas y las pasiones de un pueblo que, no obstante que ya existía, había que reinventárselo a la música. De esta manera la inclusión de elementos como la lucha libre, los albures, botonaduras de charro, tatuajes con elementos nacionales, espuelas en los zapatos tenis y las reivindicaciones del naco y otros elementos, sentaron las bases del discurso kitsch actual.
Por otra parte, El Personal, banda tapatía que surge en 1986 con la idea de fusionar ritmos como el raggae, son, rumba, cumbia y bolero, le abona al rock nacional con temas como la masturbación, la ecología, la crisis existencial, la auto parodia y el estro juvenil recorriendo la ciudad. Sus composiciones son irreverentes, desinhibidas, provocadoras, cotidianas, populares, llenas de humor, dolor y con las mismas banderas de provincias que enarbolara aquel grupo sin número y sin nombre que se opuso al centralismo cultural en México. Su debut en la capital del país tuvo lugar en un bar gay; la proyección del talento y la frescura de la banda contribuyó a la construcción de una tolerancia inusitada para nuestra cultura machista.
Hagamos aquí una pausa con el recuento de bandas y cantantes para señalar que es precisamente en estos años en que suenan con éxito en nuestros medios músicos españoles y argentinos con interpretaciones catalogadas como new wave, cuya inercia sería fundamental para los rockeros nacionales. Y recordemos también que entonces surgen personajes como los tapatíos Jis y Trino, con presentaciones en vivo, programas de radio y dibujando monos; todo, con la misma acidez (gandallez, en buen mexicano).


En el D.F. Radio Educación le da el micrófono a jóvenes talentosos (y otros no tan jóvenes) que hacen del medio una auténtica alternativa para el entretenimiento, la difusión de expresiones artísticas, la mirada al ombligo, la inclusión y la cultura en general. Por todo el país se editan revistas en las que siempre había un espacio para el rock, el cine y el arte en general, aunque el tema central fuera la literatura, la fotografía o el historietismo. Revistas como La Regla Rota (posteriormente La Pus Moderna) se convertirían en auténticos promotores culturales. Rock 101, estación de radio capitalina, difunde rock alternativo en inglés y posteriormente promueve a quienes lo hacen en castellano.


En fin, en medio de todo este ambiente existían medios y personas que podían proyectar regionalmente a los cradores y, por qué no, colocarlos en el candelero nacional.


FUSIÓN, FICCIÓN Y FRICCIÓN.
A mediados de los ochenta se presentaron sucesos que cambiarían el rostro de nuestro país. Una grave crisis económica y la reciente historia de dependencia financiera internacional orientaron las políticas gubernamentales hacia nuevos rumbos, bajo esquemas prágmáticos y con la clara tendencia a sepultar ideologías. Se desmarcaban las admnistraciones con la captura de ex jefes policiacos corruptos y la pública exhibición de sus tropelías.
Pero la pretendida modernización del país se vería contrastada por dos incidentes históricos: en 1984 una serie de explosiones en plantas de almacenamiento de PEMEX ubicadas en el pueblo de San Juan Ixhuatepec dejarían en evidencia la posible inviabilidad de un estado operador de bienes y recursos como el petróleo (por lo menos desde entonces se manejan de manera oficial con dicho sesgo este tipo de acontecimientos). En revistas como la "Alarma!" se podía ver con lujo de detalle la tragedia de niños y adultos que fueron sorprendidos por el fuego en el ámbito de su vida cotidiana; sus cuerpos carbonizados quedaron impresos de manera permanente en la retina de los mexicanos.
¿Necesitaba el pueblo mexicano de la participación de particulares para sus encomiendas públicas? ¿Se comprobaba que la burocracia era un gigante operado por pigmeos?
A casi un año de San Juanico, otro evento significó la oportunidad de reencontrarnos cara a cara: el 19 de septiembre de 1985 un terremoto sacudió físicamente la Ciudad de México, y a nivel nacional removió nuestras conciencias. La solidaridad mostrada en las primeras horas, en los primeros días de la catástrofe, dejó en claro que el pueblo sólo le interesa al pueblo. No más.
Este espontáneo acto de apoyo, de ayuda desinteresada, luego tuvo réplicas tan vergonzosas como fuertes fueron las del terremoto: hubo quien no perdió la ocasión para hacerse una foto o ser grabado pala en mano aunque no pudieran remover una sola piedra. Actricitas y cantantes oportunistas se ganaron la antipatía de los connacionales simulando ayuda en medio de una tragedia.
Entre otras cosas, llamó la atención que los edificios colapsados fueran los más nuevos, los menos antiguos; los que fueron cimentados sobre estructuras de origen precortesiano se mantuvieron incólumes. La lectura de estos casos, junto con el despertar de algunos volcanes (que dejaron al descubierto etnias de las cuales no teníamos noticia alguna), fue determinante: la era de un nuevo Sol para los mexicanos estaba por iniciar; una nueva etapa de luz pondría fin a otra de sombras y oscuridad. Simbólicamente los hechos tuvieron un peso importante sobre la juventud que buscaba su identidad.

En este contexto, algunos músicos como Leoncio Lara (Bon y los Enemigos del Silencio), Saúl Hernández (con el primero en Frac y luego con otros en Las Insólitas Imágenes de Aurora), Aleks Syntek, La chiquis Amaro, Federico Fong, Sabo Romo, Paco Ayala, Lino Nava, el Wash, el Señor González, Memo Ascencio (todos ellos colaborando alguna vez con Kenny Avilés de Kenny y los Eléctricos), Alfonso André, Cala (de los tapatíos Rostros Ocultos, primero Clips, luego Montana), el grupo Neón, entre otros, ya se movían por los círculos rockeros del país.



Hasta aquí este cuento, en nuestra próxima entrada seguiremos revisando bandas resueltas a ponerle sello mexicano a sus expresiones, veremos algunas apariciones parasitarias y recordaremos algún caso de desmarque de lo regionalista. Mientras tanto, no me reprendan, oriéntenme.